martes, 13 de septiembre de 2011

continuación: El Ángel de cada una..

Sé que nunca lo conseguiré. Es muy grande la barrera que con el tiempo se ha creado entre nosotros; necesito de mucho valor para evitar dirigirle la palabra cada noche. Él me impone esa necesidad de llamarlo y tratar de descubrir su amor, lo que crea en mi esa absoluta necesidad y necedad de abrirlo nuevamente al amor, a mi amor.


Puedo dejar de pensarlo, pero no consigo dejar de imaginarlo junto a mí escribiendo una historia unidos; aunque estoy completamente inmersa en un universo perverso que sólo recoge ausencia.

Por fortuna dentro de ese infinito medio de desolación una idea me reconforta: El amor que le siento, no sé si algún día él volverá a mí con la necesidad de verme, de hablarme, de sentirme, de amarme, pero no puedo dejar de lado la idea, eso me hace creer en que el amor existe.

Él insiste en que tenga mucha paciencia, pero en ocasiones muchos factores intervienen para no dejarnos encontrar. Las ocupaciones y la familia, pero también el enorme miedo a regresar al sufrimiento de sentirme despreciada sin aceptación de los que él llama “su gente” tengo en mí ilusiones y cada noche me hace renovarlas. Las discusiones, incluso, son las razones por las que sigo aquí, esperándolo.

Necesito tomar una decisión con él. Esta noche lo veré. Voy a tratar de explicarle las razones por las que lo amo, necesito emprender una nueva vida y voy a proponérselo.

Quise estimularle los sentidos, el deseo. Muy temprano hice lo necesario para que llegara una caja hasta sus manos. La caja llevaba en su interior una prenda íntima, la que esperaba imaginara puesta en mi cuerpo. Lo conseguí. Esa noche le hablé de lo que me une a él, de todas las circunstancias que me hacían confirmar mi teoría sobre el amor egoísta. Yo soy egoísta y tengo claro que soy muy feliz con él, que quiero luchar contra todos por él.

Mientras descansaba su cuerpo se dejó acariciar, pude recorrerlo milímetro a milímetro. Disfrutamos el sexo que nos traía el amarnos. Sabía que podría lograr la concepción de un hijo, se lo dije y lo aceptó apasionado. Volvió a abrazarme e hicimos el amor con tal propósito, sin límites.

La tina se encontraba llena con agua caliente, Ángel se acercó a ella y lanzó los pétalos de unas rosas y nuestra habitación se inundó con su olor… fue hasta que nos metimos en ella que le hablé de los propósitos que tenía para él y para mí; le propuse entonces que nos fuéramos a un lugar a vivir juntos a esperar a ese bebé que pudiera darnos Dios.

Ángel sabe que adoro la idea de tener una niña, incluso, el nombre que llevaría de ser una realidad. Sabe que por años enteros la he dibujado en mi mente, que la he descrito con palabras de ilusión. Aceptó.

Galia es una hija deseada, amada aún antes de haberla concebido, ella es ahora otro motivo más para estar juntos… para vivir y ser feliz por él.

Ahora planeamos nuestra vida futura, ahora juntos. Conseguimos la casa junto a la de la abuela, esa que siempre pensé para vivir al lado de la gente que amo. Los cinco nos fuimos a vivir entonces allá. Han pasado los años, hemos llevado a la realidad todos esos proyectos de los que hablamos cada noche por teléfono, esos que fueron tomando forma en cada charla. Ahora mismo observándolo trabajar en sus cosas todas las imágenes se vienen a mi cabeza, las revivo como rescatándolas de las páginas del olvido. Soy feliz y juego con él en muchos sentidos. Juego con su tremenda madurez para hacerlo desatinar; con sus gustos para que me siga; con su lívido para que me ame; con sus metas para que se proyecte; con sus anhelos e ilusiones para que me permita seguir a su lado amándolo egoístamente. Doy continuidad a su juego, me gusta, lo disfruto y me acerca a él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario