jueves, 8 de septiembre de 2011

continuación: El Ángel de cada una..

Estos últimos encuentros han hecho que cambie mi perspectiva de esta relación. No sé si debo reprocharme el no haber podido contener esas emociones que me hicieron acercarlo y provocarlo. Hacer el amor esta vez me deja la cabeza con sentimientos encontrados.


Lo disfruté de otra manera, lo disfruté con el cuerpo, lo volví a alojar en el espacio de la esperanza de retomar el amor. Ahora lo necesito más que nunca. Era tarde, había que volver a casa.

Fue entonces ahí, en casa, cuando salí a caminar en el patio, cuando el torbellino de sensaciones se volcaron dentro de mí, regresé al cuarto donde tenía todos sus recuerdos y saqué todas esas cosas que tenía de él guardadas hacia años.

- ¿Qué sería de nuestra vida juntos Ángel? - me preguntaba mientras miraba una de mis fotos preferidas de él.
- Seguramente eres completamente feliz.

Escuché entonces que alguien se acercaba, levanté la mirada y allí estaba él…

- ¿Otra vez pensándolo? – me preguntó mi padre.
- Si… otra vez, es lo único que me queda, vivir de sus recuerdos- le contesté
- Eso no te hará bien, sabes que te hace daño, vivir de esos benditos recuerdos, ya olvídalo- me dijo mi papá ya harto de verme triste.
- Ojalá fuera tan fácil –le respondí mientras me levanté de donde me quedé en cuclillas y salí del cuarto.
- Ahora me dejas sólo hablando, como siempre lo haces cuando te digo verdades –gritó mi padre…

Volví, abrí la cama, decidí intentar dormir, aunque sabía que sería imposible, cada año que pasaba se hacía más difícil dormir, pero la misma pregunta se formulaba… ¿qué habría ocurrido si él se la hubiera jugado a mi lado?

Como todos los días, paseaba por la oficina viendo que todo ocurriera perfecto, siguiendo indicaciones; pero ese día todo iba a ser diferente, esa mañana el control y las indicaciones eran el doble de lo acostumbrado.

- Todo tiene que salir perfecto esta noche – le comenté a Adriana, mi compañera de trabajo.
- Sí, así será si te esmeras.
- Está bien, acepto las velas de canela, ya tengo el vino blanco que le encanta… ja! También las uvas.
- No te preocupes, todo saldrá bien. Come algo.

Adriana es mi amiga desde la infancia y además trabajábamos juntas, me conocía a la perfección, quizá, me conocía más de lo que yo misma podría hacerlo.

Esa noche saldríamos juntos, el plan consistía en beber una botella de Asti…
- ¿Qué pasará esta noche? – preguntó Adriana… mientras le platicaba de la ropa que vestiría esa noche.
- Te voy a ser sincera, sabes que no puedo mentirte –le dije a Adriana mientras me acomodaba en el respaldo de la silla- Creo que es la hora de abrirme nuevamente para su amor… necesito enterrar sus recuerdos – mis ojos brillaban de otra manera al recordarlo.

Sólo Adriana después que yo sabía cuánto había extrañado a Ángel, fue ella quien pasó noches enteras acompañando mis llantos, en silencio, sin hablar por horas y días enteros.

La nostalgia estaba presente ese día más que otros, mis oídos escuchaban esas canciones que me había regalado en un disco, hasta que, final y lentamente, las lágrimas florearon en mis mejillas.

- Azul, deja ya esa historia en el pasado, tienes hoy la oportunidad de cerrar un ciclo o, tal vez, de iniciar uno nuevo. – decía Adris, mientras secaba las lágrimas.


- Lo sé, quiero olvidar esa historia, lo necesito, pero el proceso lastima mucho.
- Tienes que tener muy claro algo, si el ciclo se cierra, quizá podrás obtener el consuelo, pero sí inicias una nueva relación con él, tendrás que ser del todo sincera y hablar de tus sentimientos, pero, también, corres el riesgo de volver a sufrir. Ninguno de los dos no son los mismos, han cambiado, han crecido, tienen vivencias cada uno por su lado, nuevas que les han dejado marcas en la piel, y que no podrás olvidar del pasado, pero sí recordarlo sin sufrimiento.

- Sé que será difícil. –lo dije convencida.

Faltaba poco para la hora de la cita. Sonó el timbre del celular, caminé hacia este…

- Hola,
- Hola, ya estoy aquí, no tardes.
- Si, voy.

No podía creerlo, justo estaba Ángel fuera de mi casa esperándome.

Desde que lo vi el otro día casi no puedo imaginarlo, lo veo como en un sueño muy grande, con la enorme duda de poder tocarlo. Detuvo su auto después de hablar con un chico. Abrió la puerta de su auto para que descendiera, se sentó momentáneamente en el marco de la puerta para observarme y acariciarme las piernas. El roce de sus manos me dejaba saber lo que vendría. Subimos los dieciocho escalones que conducían hasta la que en ese momento era nuestra habitación. En el último escalón dejé las huellas de dolor que su ausencia me había dejado por años en el cuerpo, las dejé ahí para poder entrar al cuarto entera, para poder entregarme. Me sirvió un poco de vino blanco en las copas que le pedí que trajera consigo; no sé si sea buena idea quitarme el abrigo, pero me inquieta la idea de escuchar la música que trae en un disco. Me entretuve con las uvas por largo rato, las vuelvo a tocar y revisar para verificar si hay algo que deba buscar entre ellas o quizá debería buscar más a fondo, pero…. Me costó mucho trabajo aceptar que estaba muerta de miedo y nervios.

Finalmente me senté en la cama, estaba tratando de captar el mensaje. No puedo explicar el trabajo que esa noche me costó no tocarlo, estar cerca suyo y no tocarlo. Veía sus labios y se me untaba en la piel el deseo de alcanzar los suyos, su aroma podía percibirlo mi nariz de forma muy tenue; Ángel me miraba como si estuviera tras una reja, como si extraños estuvieran a nuestro alrededor y él tratara de alejar sus miradas, en el fondo sólo las notas de alguna canción…

Ronroneaba una melodía a pedazos, hasta que mi boca lo atrapó para enseñarle a susurrar besos, a pegar nuestros labios. Sentí como sus ojos tocaron cada milímetro de mi rostro, mientras tanto la maldita ansiedad me estaba matando, casi contando los segundos antes de recibir sus brazos sobre mi cuerpo.

- Me impacienta que seas tan tierno conmigo- le dije mientras mis dedos se enredaban entre sus cabellos.
- Yo adoro tu sensualidad y te deseo con codicia- me contestó para llevarme la contra.
- Durante años dejaste de pisar el suelo donde yo estuve, donde mis manos dejaban de ser las mías para convertirse en ti, en tu ser- le cambié entonces el tono de la conversación para evitar su revancha.
- No tienes idea de lo que sucedió conmigo cuando te fuiste y me dejaste. – apuntó.

Un instante de silencio invadió la habitación porque él había llegado al punto de mi dolor, al punto exacto donde inició toda esa etapa de sufrimiento… esa que estaba tratando de cerrar para reiniciar una nueva época.

- Quiero que dejes el tiempo detrás de ti –le dije a Ángel porque eso era lo que yo quería hacer.
- Yo, quiero pasar las horas contigo sin reloj ahora, aunque no sé lo que siento. –sólo pude atinar a propinarle un beso, un beso que dejaba mi cielo sin atardeceres ante la duda que tenía respecto a sus sentimientos.
- Necesito que me enseñes a olerte sin respirarte, mirarte sin parpadear, hablarte sin romper el silencio, quebrar tus recuerdos.
- Ya lo aprendí, tuve que aprender a dormir todas las noches entre las sábanas frías por la brisa del jardín en las madrugadas, a bañarme con el rocío de la aurora, a secarme con las toallas que formaron los pétalos de las flores y la hierba húmeda, mientras te buscaba en la puerta de la casa.
- Nunca pude quitarme del cuerpo tu nombre. – le susurré un respiro mientras me acomodé en el hueco de su cuello y su oído.
- Dilo –mientras entendí que él trataba de hacerse parte de mi presente- quiero que digas mi nombre, que juntos esperemos hoy el alba escuchando resbalar mis dedos entre tu cabello, que te mueras conmigo agonizando en un beso.

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