jueves, 1 de septiembre de 2011

continuación: El Ángel de cada una..

Su cara no era igual, tampoco sus ideas, lo dejé entrar a mi vida; pero poco a poco mi existir y la de los enanos fueron tomando su propio rumbo; Aún así, no existía en él ese algo, esa unicidad, esa especificidad que le era tan propia a Ángel. Error tras error.


Olvidé el sonido de mis propios deseos… ojalá hubiera olvidado en algún momento que Ángel no estaba aquí.

Ya ha pasado mucho tiempo desde que nuestras miradas dejaron de cruzarse, hace mucho tiempo que no sé de él, desde que nuestros senderos se fueron extendiendo por diferentes direcciones, de haber caminado tanto sin él. Quizá ahora esté casado, tenga un hijo –como el que no pude hacer vivir en mi vientre- es feliz… sin mí.

Pasaron ya quince años, he seguido mi vida como la creí conveniente, aunque ha sido sin él.


- Me platicaron de un lugar nuevo para comer, es a dos cuadras de tu oficina. ¿Me invitas a comer? .- esa tarde me dijo Viky al llamarme por teléfono.

- Sí, claro. Pasas por mí a las 3. Asentí.


Tarde o temprano las calles del pueblo tendrían que acortarse. El comer con Viky es hoy mismo cotidiano, lo que no lo era es la zona en la que lo hicimos. A lo lejos lo vi caminar directo en el sentido contrario al que nosotras lo hacíamos. Cada tintineo de mis tacones me acercaba más a una nueva realidad, era Ángel con un bebé en los brazos.

Verlo después de tanto tiempo fue un impacto enorme en mi mente, quizá, con un poco de suerte, podría recibir de sus labios un “hola”, me sentí feliz y nerviosa; por algunos instantes Viky desapareció y mi mente sólo podía estar ocupada en esa imagen, la de Ángel con su bebé en brazos. Sólo pasó de largo, regalándome una enorme sonrisa y un “hola”.

El regreso a la oficina fue directo al baño. Pasaron algunas horas antes de que yo pudiera establecer una mediana racionalidad en mi cabeza. Tenía que aceptar que él había retomado su vida… se veía feliz, y yo no tenía más que aceptarlo. Tenía que dejar de llorarlo, ahora sí lo había perdido por siempre.

Sin embargo, no podía entender por qué la vida me había acercado a tantos bemoles, por qué él no estaba aquí conmigo, pero sí estaba con alguien incluso ahora tenía un hijo; cómo comprender que no viniera a mí, cómo fue que él me borró de su mente, cómo fue que él consiguió quitar heridas de su piel –de haberlas tenido-, por qué nunca creyó en un futuro juntos, el por qué no luchó por los dos… No puedo mentir, el encontrarlo volvió a formar en mí palabras para él; ya nada era igual, ahora no puedo acariciarlo con amor como cuando nos pertenecíamos.

Ahora me sentía condenada a albergar un amor dentro de mí que ahora le pertenece a alguien más… duele recordar su mirada, duele seguir, duele reconocer unos pasos que lo arrancaron de mi. Año tras año, minuto a minuto, mi corazón custodiaba la idea de un reencuentro… ese reencuentro se dio de una forma impensada, todo cambió y esa es la realidad absoluta.

¡Vuela alto Ángel!… esa es ahora la idea que me reconforta para sobrevivir, la idea de que tú sí puedes hacerlo.

- Hola, quiero hablar con Azul,
- Sí, ¿Quién llama?
- Ángel.
- ¿Cómo te ha ido? - pregunté, cuando en realidad lo que quería saber es cómo es que hizo para olvidarme, para separarme de sus recuerdos, para que no lo consumiera como a mí esa nostalgia que aún en estos días me persigue.
- Bien, por terminar la universidad, con algunas actividades.
- Sí, lo supongo. –contuve todas las preguntas, porque ya no quería saber más… pero cada duda era una puñalada más profunda que la realidad que vieron mis ojos, él ahora tenía un bebé y, seguramente, una mujer a su lado.
- ¿Qué has hecho?  ¿Cómo se llama el bebé, tu bebé?
- Emilio.
- Entonces ¿tienes un hijo?

Irme a dormir sin querer que estuviera ahí, dejándolo de soñar al menos una noche, identificar ese elemento que hace que no desee salir de mi pasado, ese de hace quince años.

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