En nuestros días las redes sociales figuran como una manera de expresión instantánea de comunicación global, en las que sus usuarios intentan ser “originales” en sus mensajes. Han reemplazado erróneamente letras como q, c, s por k y z. Según Vargas Llosa: “El internet ha acabado con la gramática, ha liquidado la gramática. De modo que se vive una especie de barbarie sintáctica” 
Antes la mala ortografía era mal vista por los lectores, era casi un problema social que podía resolverse con buena lectura y el uso del “tumba burros” o diccionario. Hoy, lees en esas redes sociales errores ortográficos como algo muy común, sobre todo en los jóvenes de la generación de las telecomunicaciones y la mensajería instantánea.
Ciertamente todos podemos cometer errores al redactar, pero la destrucción de nuestro idioma español está sustentada por el desinterés en aprender y corregir. Lamentablemente si los jóvenes no están aprendiendo su idioma, cómo podrán aprender otros. A este paso, pronto desaparecerá la buena ortografía, los lectores acabarán “adaptándose” a esos “errores” del idioma.
Para los jóvenes se trata sólo de un “código” que les permite comunicarse de manera “efectiva” es su idioma común. Y sí, efectivamente podemos leer muchas palabras desconocidas o extranjerismos que ya se han hecho comunes. 
La confusión de letras, el uso indiscriminado de mayúsculas sin respetar reglas, reemplazo de letras, omisión de acentos y signos… en fin, puede ser divertido en un primer momento, inofensivo en otro, pero al final de cuentas produce confusión al receptor del mensaje. 
Esperemos que esta nueva jerigonza no sea tomada como un concepto de modernidad y mucho menos sea reconocido por la Real Academia de la Lengua Española. 
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