martes, 27 de septiembre de 2011

Nueva historia... una probadita.

Su actualidad no es necesariamente una tragedia, sino que Diana se ha afanado incansablemente a que así sea. El trabajo quizá sea su principal agobio, pero se niega rotundamente a perseguir a sus sueños.


Luchar hoy por su vida, por sus emociones, por el encanto del amor, le parece un camino arduo e insufrible. Vivió los últimos 10 años con Eduardo. Un buen hombre. En absoluto dedicado a ella, las prioridades siempre para él fueron distintas; era ridículo que pudieran contemplar un cálido atardecer, juntos en la playa o que efectivamente compartieran gustos, aficiones, o simplemente la cama. Poco a poco esa distancia fue aniquilando la relación, las tensiones era mucho más densas que el intentar hacer un hogar.

2011, ella regresa a hogar materno. Pagar una renta sería imposible, no quedaba más que ella, que dejar el yugo masculino por el que resurge del volver a casa. Diana tenía que volver mientras tuviera fuerzas para conservar a Fernando, el hijo único que le sigue.

Pero en realidad, Fernando no era todo el motivo, ni el descuido de Eduardo; Diana, tenía que iniciar una nueva vida, reconstruirla. Crear para sí misma un sueño nuevo. Y eso se lo daba aquel hombre recién conocido, ese ser con rostro sonriente de ojos color miel.

Su carácter imponente, de mirada rondate, de energía frecuente, pero también con una larga ausencia. Venido de una familia donde puede respirarse unión y apoyo, comprensión y total amor.

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