Quizá hubo llamadas sin contestar, música sin ser escuchada… era conveniente para mí olvidar aquella conversación que quedó pendiente.
No dormí en toda la noche. Con simpleza hice maletas y me fui, con la firme idea de luchar por mí y ese ser que llevaba en el cuerpo; era, probablemente lo único que realmente me pertenecía de él. Soñé con que él viniera a sacarme del autobús y que me dijera, arrepentido, que yo y el bebé éramos todo para él, pero esto no ocurrió. Además, él seguía sin saberlo.
El tiempo hizo lo suyo, la medicina lo intentó también, pero contra el destino no puedes luchar.
Poco a poco tuve que formar en el pensamiento la idea de perderlos a los dos, a él que desistió y a mi hijo que se me había ido de entre los dedos sin haberlo podido evitar, por más lucha que gesté. Ya no importaba algo más, tenía que retomar mi vida lejos de él. Se había trazado el camino y bastaba con emprenderlo, aunque hacerlo era sumergirse en un gran espacio de silencio y soledad.
Traté de devolver sus huellas, o mejor aún, abrir la mente a nuevos vuelos… era evidente que su alma nunca albergó lugar alguno para mí. 
Confieso que llegó un momento de mucha desilusión y cansancio, aún no podía entender cómo es que él no pudo o no quiso luchar por ello que había surgido entre los dos. Confieso, también, que mis pensamientos seguían en él, y el tratar de olvidarlo era sólo un paliativo para seguir dibujándolo con palabras y arrinconarlo en mis letras. No había más que hacer, era ya el momento de volver a casa.
Cuanto más pensaba en él, más tristeza recogía. Y cuanta más tristeza tenía más pensaba en él. Sin embargo, según pasaba el tiempo la razón o, será, la irracionalidad me orillaba a llenar vacíos. ¡Que error! Porque cuando esa ausencia se hizo notar, me inundó su presencia, esa que fue y ya no era. El primer error de muchos otros que lo segundaron. 
Casi sin pensarlo llegaron Bernardo y David, los ojos que me permiten ver el amor y vislumbrar la vida de una forma distinta, con mayor paciencia, tolerancia, cuidados, con otras prioridades. Su espacio se convirtió en el de ellos. Ellos moldearon en mi corazón la fuerza implacable de la claridad, capaz de disipar el humo más denso.
Hoy mismo, si pudiera pedirle a la noche un deseo, le pediría enterrara mi locura, mi soberbia, volver al pasado y quitarme de encima la enorme carga de haber vivido desde hace más de quince años sin él. Por más intentos no se acababan sus recuerdos, pero, de qué manera revivir esos momentos, Acaso cada recuerdo me acerca más al pasado, uno a uno de esos recuerdos, si los tengo presentes, lo regresarán junto a mí.
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